La pregunta principal: ¿para qué comunicamos?
O respondemos la pregunta o nos vamos a casa
Para una entidad sin ánimo de lucro, la pregunta de ‘¿Por qué comunicamos?’ es crucial.
En general, es imprescindible tener claros los objetivos últimos de cualquier área de actividad para poder definir las acciones concretas que vamos a desarrollar. Un buque petrolero es probablemente más difícil de manejar que un área de comunicación, pero su objetivo es claro y nítido; todas sus tareas están ordenadas en una dirección: llevar la carga a su destino. Sin este objetivo claro, el petrolero se dedicaría a dar vueltas sin rumbo en alta mar, y los conocimientos técnicos de su equipo no serían muy útiles.
Esta idea es obvia, y no hay ningún manual de realización de proyectos que no comience exigiendo un planteamiento adecuado de objetivos. Y sin embargo, en la vida real, frecuentemente ocurre lo contrario: son las tareas cotidianas a las que terminamos dando un sentido, y nos olvidamos de parar y reflexionar sobre las razones últimas por las que hacemos las cosas.
Hay un viejo chiste sobre un borrachín que estaba buscando de madrugada las llaves que se le habían caído al suelo, justo al lado de una farola. Varias personas se detuvieron a ayudarle, hasta que al fin una de ellas le preguntó: «¿Seguro que se le han caído aquí?», a lo que el borrachín respondió: «En realidad se me han caído en la otra calle, pero aquí hay más luz». Muchas veces hacemos así las cosas: desplegamos una gran actividad en torno a las tareas que vemos más claras, que mejor conocemos, o que todo el mundo nos dice que hay que hacer, pero sin pararnos a preguntar si realmente es lo que hay que hacer.
Porque podría ocurrir que, en realidad, la tarea que estamos haciendo tampoco sirva para mucho. En ese caso, al igual que el borrachín y sus ayudantes, es mejor cesar la actividad. Es mejor guardar las energías para otros trabajos.
En las tareas de comunicación ocurre algo parecido. Habitualmente las entidades del Tercer Sector nos centramos en narrar de una forma u otra las actividades que realizamos, pero cuando intentamos ir un paso más allá y afinar más con nuestra comunicación, es cuando comprobamos que es necesario saber a dónde nos dirigimos. De no tenerlo claro, tal como se aprecia en muchas organizaciones, nuestra comunicación puede parecerse a echar semillas en la arena. Podemos echar muchas, y de muy buena calidad, pero allí no crecerá nada.
Es mejor detenerse y pensar.